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Pese a campaña sucia liderada por EEUU, nicaragüenses dieron apoyo sólido al FSLN

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Por Rita Jill Clark-Gollub
Desde Managua, Nicaragua

 

El Consejo Supremo Electoral de Nicaragua declaró victoriosos al presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en unas elecciones que reunieron al 65% de los 4,4 millones de votantes registrados. Aunque Washington y sus aliados en la región denunciaron a las elecciones como un fraude debido a represión de la oposición, hubo una importante participación del electorado. Además, a pesar de las afirmaciones de que Ortega se presentó prácticamente sin oposición, su candidatura fue confrontada por varios partidos de la oposición de larga historia. Al ganar el 75% de los votos, el FSLN demostró una sólida fuerza a pesar de la campaña del gobierno estadounidense y de los principales medios de comunicación para deslegitimar las elecciones.

Rita Jill Clark-Gollub comparte su informe desde el terreno en Nicaragua:

El domingo 7 de noviembre de 2021, millones de votantes nicaragüenses acudieron a las urnas para emitir su voto en un proceso electoral ordenado y tranquilo. Fui una de los más de 165 acompañantes internacionales y al menos 40 periodistas internacionales independientes quienes observamos la votación colectivamente en unos 60 centros de votación en 10 de los 15 departamentos de Nicaragua y en sus dos regiones autónomas.

Equidad de género

Hay dos antecedentes importantes para entender el contexto. Primero, la Constitución Política establece un cuarto poder del Estado, independiente y no partidista, que organiza las elecciones: el Consejo Supremo Electoral (CSE). En segundo lugar, la ley electoral se actualizó este año para incorporar tecnología computacional al sistema y para introducir la equidad de género en el personal que dirige las elecciones, completando así la aplicación de la ley de paridad de género aprobada en 2014. Esto significa que todo ámbito del CSE debe contar con el mismo número de hombres y mujeres, y la mitad de todos los trabajadores electorales, incluidos los fiscales electorales designados por los distintos partidos políticos, deben ser mujeres.

Mis observaciones fueron en la segunda ciudad más grande del país, León. Mi primera parada fue en un centro de votación en una escuela del barrio indígena de Subtiava, donde hay 5.000 personas registradas para votar.

Foto: Rita Jill Clark-Gollub/COHA

Día de las elecciones

Los votantes se habían presentado antes de que se abrieran las puertas a las 7:00 de la mañana, y a las 7:40am ya habían votado 500 personas. La experiencia del votante comenzó con el registro de entrada con el personal que manejaba cuatro computadoras portátiles.

Hace unos meses se realizó una actualización y confirmación masiva del padrón electoral que informó al ciudadano cuál era su centro de votación designado. Los votantes pudieron verificar esta información en papel y en internet, lo que redujo al mínimo los problemas en el momento de ingreso al centro el día de los comicios. También ese día, una copia en papel de todo el padrón electoral del centro de votación estaba visible en la entrada del colegio. Esto no sólo sirvió para confirmar los votantes designados para votar en ese lugar, sino que también permitió a los vecinos identificar los nombres que no debían estar en el padrón, como las personas que habían fallecido o se habían mudado. Gracias a estas actualizaciones y al uso de las herramientas electrónicas, el proceso de registro fue más eficiente de lo que la gente recordaba en el pasado. Algunos de mis compañeros acompañantes incluso cronometraron la experiencia de los votantes y descubrieron que todo el proceso duraba menos de nueve minutos.

Después de registrarse, el votante se dirigía a una de las 13 aulas para emitir su voto. Estas se denominan Juntas Receptoras de Votos (JRV). Cada una está designada para atender a entre 380 y 400 votantes. Una vez más, el padrón electoral de esa JRV estaba expuesto en la puerta. Cuando los votantes entraban, daban su nombre a los tres trabajadores del CSE, que los marcaban en el ejemplar impreso del padrón. A continuación, el CSE ubicaba al votante en las páginas con copias de las cédulas, y hacía que el votante firmara bajo su foto. Después se les entregaba su papeleta y se les dirigía a las tres cabinas de votación para que marcaran su voto. Como se puede ver en la foto de la papeleta, era bastante sencilla al mostrar los distintos partidos que se presentaron para Presidente y Vicepresidente, Asamblea Nacional y Parlamento Centroamericano. A continuación, los votantes introducían sus papeletas dobladas en las urnas. Luego, uno de los tres miembros del CSE procedía a marcar los pulgares de los votantes con tinta indeleble para que no pudieran votar dos veces.

También estaban presentes en la sala los fiscales electorales (cada partido puede tener un fiscal electoral presente en cada JRV durante toda la jornada electoral) y un policía electoral. Estos últimos proporcionan principalmente alcohol para desinfectarse las manos (una práctica común en Nicaragua durante la pandemia) y ayudan a las personas con problemas de movilidad a desplazarse dentro del aula, además de impedir que las personas conflictivas(como las personas  borrachas), perturben el proceso. No presencié ninguna interrupción de este tipo, ni oí hablar de ella (está prohibido vender licor el día de las elecciones).

Un aspecto interesante del proceso de votación en Nicaragua es que el escrutinio de votos se realiza con papeletas en la misma sala en la que se emiten los votos y en presencia de los fiscales electorales. El número de papeletas contadas, más las no utilizadas, debe coincidir con el número de papeletas entregadas en esa JRV al inicio de la jornada. Una copia en papel de la minuta de la JRV se envía al CSE central, y también se comunica electrónicamente, pero prevalece el informe de escrutinio en papel. Otros acompañantes internacionales que han presenciado elecciones en varios países dijeron que esto proporciona la mayor seguridad posible sobre la integridad de las elecciones.

“Los nicaragüenses quieren la paz”

Vi cómo este proceso se repetía numerosas veces en los cuatro centros de votación que visité. También pregunté a la gente si quería responder a una pregunta, y prácticamente todas las personas a las que me acerqué estaban deseosas de hablar.  Les pregunté: “¿Cuál es el significado de lo que está sucediendo en Nicaragua hoy?” La respuesta fue sorprendentemente unánime entre las decenas de personas con las que hablé. Dijeron que “los nicaragüenses queremos la paz”. También dijeron mayoritariamente que quieren determinar su futuro por sí mismos y quieren que se respete su soberanía sin injerencias del exterior.

Mucha presencia de la oposición

Me pareció especialmente interesante hablar con los observadores electorales de los partidos de la oposición que estaban presentes en las salas de votación. Cabe destacar que cinco partidos tradicionales de la oposición, algunos de los cuales han ocupado la presidencia en el siglo XXI, presentaron candidatos a la presidencia, a pesar de los informes que nos llegan desde Estados Unidos sobre la eliminación de sus oponentes por parte de Daniel Ortega. Les pregunté qué pensaban sobre su participación en estas elecciones como parte de la oposición. En general, indicaron que había sido una experiencia tranquila y respetuosa. Un señor del Partido Liberal Independiente (PLI) dijo: “Queremos ver lo que piensa el pueblo. Si la mayoría de la gente acude a votar, el 60% o el 70%, los resultados de las elecciones nos dirán lo que quiere el pueblo. Pero si menos de la mitad del electorado acude a votar, eso significaría que el pueblo sintió que no tenía una opción real en estas elecciones”.

Me imagino que el PLI seguirá participando en el proceso democrático de Nicaragua debido al alto nivel de participación ciudadana, a pesar de que el gobierno de Estados Unidos está pidiendo sanciones para los partidos que participen. La aplastante victoria electoral indica un claro mandato para seguir en el camino que el país ha tenido desde que Daniel Ortega volvió al poder en 2007. Si yo necesitaba más confirmación de que esto reflejaba la voluntad del pueblo, la obtuve durante el retorno a mi hotel el domingo por la noche al ver a la gente bailando en las calles y lanzando fuegos artificiales en Managua.

Jóvenes votantes

Otra cosa que fue muy palpable en la experiencia de las elecciones nicaragüenses fue la participación masiva de los jóvenes. No sólo acudieron a la urnas grandes cantidades de votantes jóvenes e incluso adolescentes (la edad para votar en Nicaragua es de 16 años), sino que también trabajaron como fiscales electorales y acompañaron a familias enteras durante lo que llamaron su “fiesta cívica”.

Como en la mayoría de los países, los jóvenes son grandes usuarios de las redes sociales. Pero en Nicaragua, una semana antes de la votación, se cerraron las cuentas de más de mil de estos jóvenes en las redes sociales, lo que les hizo perder colectivamente a cientos de miles de seguidores. Las plataformas de Silicon Valley dijeron que estaban deteniendo una “granja de trolls” (provocadores que operan a través de internet) del gobierno nicaragüense. Hablé con varias personas que estaban indignadas por esto porque conocían personalmente a personas reales que fueron acusadas de ser bots (programas computacionales que generan acciones automáticas en internet) o cuyas cuentas fueron cerradas ellas mismas. Una joven sandinista llamada Xochitl compartió conmigo las capturas de pantalla de su cuenta FloryCantoX que tenía 28.228 seguidores antes de que Twitter la cerrara, diciéndole que violaba sus reglas sobre el uso de spam (mensajes no solicitados enviados de forma masiva). Esto también ocurrió con algunos de los visitantes internacionales de Nicaragua. Y acabo de escuchar del Dr. Richard Kohn, quien estaba en Nicaragua observando las elecciones en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte, que todas sus fotos y videos subidos a Twitter el día de las elecciones fueron eliminados.

Las mentiras sobre el proceso

Me asombran los informes de los principales medios de comunicación y del gobierno de Joe Biden que declaran que la votación fue un fraude, y que tan sólo un 20% del electorado acudió a votar. Esto contradice mi propia experiencia. Si sigo hablando de ello, ¿se me acusará también de ser un bot? ¿Y qué significa esta guerra de información para la democracia en Estados Unidos y el derecho del pueblo estadounidense a saber lo que ocurre en otros países?

El pueblo nicaragüense conoce la realidad que han vivido. Tenemos que seguir ayudando a difundir su verdad.

[Crédito de la foto principal: Rita Jill Clark-Gollub/COHA]