Colombia

Petro y Cano: Dos caminos hacia una sola Colombia

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Source: GUILLERMO LEGARIA/AFP/Getty Images

Gustavo Petro fue elegido alcalde de Bogotá el 30 de octubre de 2011. Con el 32% de los votos en unos comicios bastante reñidos, este ex miembro del grupo guerrillero Movimiento 19 de Abril (M19) sentó precedente al convertirse en el primer ex guerrillero que accede al cargo. Durante la misma semana, el Gobierno colombiano se anotó probablemente su victoria más significativa contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con el fallecimiento de su líder Guillermo León Sáenz, alias Alfonso Cano. Es posible que este par de acontecimientos marque un punto de inflexión en la historia de Colombia y su mayor organización insurgente, que hace poco escogió a su nuevo Comandante en Jefe, Rodrigo Londoño Echeverry. Lo cierto es que la obtención de Petro del segundo cargo político más importante de Colombia abre un lugar de encuentro, tanto alegórico como literal, donde ambos adversarios podrían retomar el diálogo político.

Petro, este ex guerrillero sin arrepentimientos, da cuenta de una trayectoria política admirable: ha sido candidato presidencial, senador y ahora será alcalde de la capital colombiana. Antonio Navarro Wolff, su homólogo político y antiguo compañero de lucha, quien ocupó en su momento el segundo puesto de mayor jerarquía en el M19, se desempeña actualmente como gobernador del departamento de Nariño y fue uno de los tres presidentes de la Asamblea Constituyente de Colombia, el órgano responsable de redactar la Constitución Nacional en 1991. Con el reciente triunfo electoral de Petro, sumado a otros éxitos en las urnas por parte de ex dirigentes y miembros del M19, se demuestra que la reconciliación política entre los ex insurgentes y los funcionarios bogotanos podría allanar un camino de prudencia hacia una Colombia más estable, democrática y segura.

Al conocerse la noticia del fallecimiento de Alfonso Cano, el presidente Juan Manuel Santos vio la oportunidad de exhortar a las FARC a deponer las armas. La reciente política de diálogo del primer mandatario difiere marcadamente del estilo de negociación de su predecesor Álvaro Uribe, lo cual se observa en parte con la erradicación casi absoluta de la palabra “terrorista” del discurso oficial, el término anteriormente predilecto en la descripción de la insurgencia. En virtud de tal cambio actitudinal por parte del presidente Santos, además del fallecimiento de Alfonso Cano y la gloria política de Petro, se crean en este momento condiciones únicas, aunque volátiles, para entrar en tratativas provechosas con Rodrigo Echeverry, el nuevo líder de las FARC.

Como prueban Petro y otros ex dirigentes del M19, la política rinde frutos. Bien entendido que entre el M19 y las FARC existen diferencias abismales en composición y legitimidad, ambas agrupaciones consiguieron cierto respaldo en la población colombiana y, sobre todo, en aquellos miembros de la sociedad más marginados del proceso democrático. El M19 ha encontrado un apoyo firme entre los intelectuales urbanos de izquierda, mientras que las FARC aún son alentadas fundamentalmente en las zonas rurales más pobres.

Crucial resulta la decisión de Echeverry: o prolongar una guerra sin fin contra el Estado colombiano, lo cual no hará más que perjudicar los intereses de sus adherentes, o bien dirigirse a la reconciliación poniendo pie en un sendero que permita conceder legitimidad a un “partidario” denostado. En caso de que el nuevo líder de las FARC imite el proceder del M19 y así procure, con escasas probabilidades de éxito, integrarse a la sociedad colombiana, en tal caso ya podría hablarse de una estrategia de salida. Así podría Echeverry intentar sacudir el sistema político de Colombia acercándose al presidente Santos y mostrándose dispuesto al diálogo político y la reconciliación social.

Puede que haya festejado una victoria trascendental contra las FARC, pero Santos sabe que hallar una solución perpetua depende exclusivamente de alcanzar una Colombia pacífica, estable y más democrática, una Colombia actualmente apresada por esta guerra interna. Mientras Colombia permanece en su encrucijada, ya es momento de que tanto la dirigencia de las FARC como el presidente Santos aprovechen la oportunidad de hacer historia logrando una paz duradera con igualdad, seguridad concreta, justicia para las víctimas y la institucionalización de principios democráticos genuinos. Gustavo Petro es la clave para que se consolide esa realidad.

Este análisis fue traducido por el colaborador de COHA Iván Ovejero.